A lo largo de la vida y el recorrido en el Ministerio, hemos conocido muchísimas personas, sobre todo, jóvenes que han llegado a ser familia para nosotros. Algunos vivieron un tiempo en las instalaciones ministeriales, mientras eran formados y capacitados.
Los años han transcurrido y no en balde. Algunos de estos muchachos, hace tiempo ya, emigraron a otros países, siguieron su curso, y se alejaron, no sólo físicamente, sino también en sus corazones.
Recientemente, me enteré de manera accidental, acerca de uno de estos jóvenes, que ahora no lo son tanto, quien está en el país en estos días, visitando a su familia biológica. Busqué la manera de contactarlo por teléfono, en mi corazón ardía el deseo de verlo, de escuchar todo lo que ha ocurrido en su vida, durante todos estos años en que hemos perdido contacto.
Muy emocionada le escribí un mensaje, y le envié una nota de voz, expresándole mi deseo de verlo. Me respondió de manera lacónica y escueta, expresando que pronto se regresará al país extranjero donde reside, pero que volverá en tres meses, que quizás entonces podría llegar a visitarme.
He quedado meditando acerca de que “la medida de afecto o aprecio, o la expresión de cariño hacia los demás, no puede compararse entre dos personas”. Quizás en algunos de nosotros, una relación establecida en Dios, es para toda la vida, pero no necesariamente funciona igual para todos los seres humanos.
Además de ello, un factor importante es la gratitud. Somos muy prontos para olvidar aquellos detalles de la vida, por los cuales deberíamos tener y expresar gratitud. Obviamente, nunca debemos hacer lo bueno, esperando reconocimiento ni gratitud, lo hacemos por amor a Dios y porque es nuestra naturaleza y llamado.
Sólo quiero aconsejarte algo: aunque no te reconozcan, aunque no te agradezcan, aunque no te busquen, aunque no te saluden, ni te expresen cariño, tú nunca dejes de ser lo que eres en Dios. Ama sin medida, ayuda sin límites, ora por ellos, pelea la buena batalla. Quizás nunca te lo agradecerán, pero que eso jamás te detenga, que tu gratificación sea ver a las personas convertidas, cambiadas, transformadas, mejorando por dentro y por fuera. En todo tiempo, haz el bien y sin mirar a quien.
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