La infección por el Coronavirus a los habitantes del planeta, en todas partes del mundo, trajo una alteración en el patrón de vida normal. La Pandemia ha dejado un sinnúmero de hogares enlutados, familias incompletas y adoloridas. En otros casos, las personas que padecieron COVID, están sufriendo por las secuelas, experimentando síntomas y desequilibrios fisiológicos, que nunca antes padecieron.
Además de todo ello, que ya es suficientemente malo y difícil, la economía y la vida de las ciudades, se ha visto afectada, deprimiendo el flujo de dinero, de producto y mercadería en general. Esto, sin hablar de lo complicado que se tornó el tema de la educación virtual, donde los niños tuvieron que aprender a estudiar delante de una pantalla de tableta o celular o computadora, sin tener la relación normal y afectiva con sus compañeros de escuela y con sus maestros y mentores.
Muchas familias extendidas, cuyos miembros se encuentran lejos unos de otros, se han visto forzados a no tener contacto durante año y medio, quizás. Hay quienes han escuchado del fallecimiento de un ser querido, sin poder asistir a su funeral.
Aun así, hay muchas personas que todavía se preguntan si deben o no vacunarse. La conspiración política y religiosa ha creado una nube de humo negro alrededor de este tema, haciendo que muchas personas lo piensen mucho, antes de decidirse a recibir la vacuna, y en muchos casos, hay personas que todavía no dan el paso.
Muchas personas me han consultado si deben o no vacunarse. Entiendo que es una decisión muy personal. Cada quien debe asumir el riesgo de su determinación. Sin embargo, algo que entiendo es que entre más rápido estemos todos vacunados, más pronto obtendremos una inmunidad de rebaño y más cercano veremos cómo se debilita el virus y termina la Pandemia.
Es lamentable que en nuestro país, aquellos que sí deseaban aplicarse la vacuna, hayan tenido que buscar una manera alterna de hacerlo, ya que en Honduras el proceso tardó en llegar y hoy día está muy atrasado.
Debemos prepararnos para futuras instrucciones acerca de las variantes de la cepa principal, o acerca de la necesidad de refuerzos, para obtener mayor protección. Sea como sea lo que viene, o lo que el futuro nos depare, de algo debemos estar convencidos, que más vale colaborar con nuestro bienestar y con el de los demás. Seamos prudentes, usemos la mascarilla y lavémonos las manos con agua y jabón, según sea necesario.
Sin embargo, quiero dejar dos sencillas recomendaciones: No olvide que la protección más importante viene de nuestro Señor, confíe en Él y no permita que el temor inunde su corazón. Por otro lado, no se vuelva obsesivo en cuanto al uso del gel o la no exposición, porque usted necesita desarrollar defensas e inmunidad. En este proceso, nuestro Dios está a nuestro favor, dependamos de Él y seamos dirigidos por Él.
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